lunes, 8 de agosto de 2011

Ser Educador en la Escuela de Don Bosco

La presencia del educador*

“Ustedes son testigos, y Dios también, que nos portamos como santos, como hombres buenos y correctos respecto a todos ustedes que ahora creen. A cada uno le fuimos a hablar, como de padres a hijo; los animamos y les declaramos con insistencia que debían llevar una vida digna de Dios, que los llama a compartir su propio Reino y Gloria”. (I Tesal. 2, 10-12)

El estilo educativo salesiano, como todo estilo pedagógico cristiano, se fundamenta en el método del Buen Pastor (Juan 10, 1-18) y se centra en la relación interpersonal y amorosa entre educador/es (padres) y educando/s (hijos).
Don Bosco quiere una pedagogía de la libertad: pide el corazón, no la fuerza, él busca la adhesión. Pero para él no hay educación a la libertad verdadera sin la presencia fraterna del educador entre los jóvenes, en una vida integrada al mismo nivel que la de ellos: la “pedagogía de Don Bosco” se dirige a la conquista del joven, va a su encuentro, lo comprende desde su interior, dialoga seriamente con él… Esto explica que Don Bosco repitiera frecuentemente a sus salesianos: “¡Amen lo que a ellos les gusta!.... ¡Que sepan que ustedes los aman!”.
El plan apostólico de Don Bosco fundador es que los salesianos sean, con estilo propio, “los signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres”. (33)
Para Don Bosco no es pensable una seria educación sin el educador, como causa eficiente dispositiva; sería tanto como ir contra la naturaleza de las cosas.




Presencia



El educador es, pues, el centro de la pedagogía de Don Bosco. No en el sentido represivo, sino al servicio, totalmente consagrado, de educando. No es pura cuestión disciplinaria, es la necesidad de una presencia, la presencia de una persona que ama, que ha abrazado con gozo como misión de su vida, la situación de estar siempre con los muchachos, aún cuando está cansado y, al menos momentáneamente, se perdió la confianza en ellos.
Es la presencia de una persona que ama, que hace ver al muchacho que siempre su mayor alegría es la de hablar, conversar y entretenerse con él, aún cuando interiormente siente el deseo imperioso de un poco de tranquilidad, de descanso, de soledad.
Para esto hay que superar las dificultades del momento actual: ritmo, necesidades económicas, exceso de trabajo, búsqueda de confort y comodidad, indiferencia, falta de tiempo, etc.
La presencia nos pide:
- Saber “perder tiempo” por los intereses de los jóvenes. Diálogo
- Aceptar que el proceso del muchacho tiene sus tiempos, diversos de los nuestros.
- Disponibilidad. Interés. Sacrificio de los propios gustos, deseos, etc.
- No confiarnos en nosotros mismos
- No evadirnos en ocupaciones personales.
- Creatividad para ocupar al muchacho.




1. Presencia – asistencia



El sistema educativo de Don Bosco es un estilo de vida extremadamente personalizado y por ello es expresión e instrumento fundamental –muy específico- la realidad de la asistencia: constante presencia viva y constructiva del educador animador.
Presencia en la vida del joven, presencia amorosa y animadora de su progreso y su desarrollo moral, espiritual y cultural; presencia estimuladora de su progresivo comprometerse en la realidad humana y cristiana.
La asistencia es el centro del Sistema Preventivo. No es un medio; es más bien una atmósfera, una forma de vida que compenetra todos los medios y que llega a ser su razón de ser.
La asistencia es la fundamental expresión de fe y de esperanza: se está presente entre los jóvenes y se condivide plenamente su cotidiana vida, para testimoniar a cada joven que es signo de aceptación incondicionada, porque es amado por Dios en JC, y porque JC está trabajando en él para hacerlo crecer como hijo de Dios.
Es que la asistencia “encierra en sí y realiza al mismo tiempo de instrucción y el ejemplo” (34) Y educar, es dar el ejemplo, es conocer, orientar, guiar, animar a los muchachos al bien, resolver sus dudas, ayudarlos a superar las dificultades, y esto, no una sola vez, ocasionalmente, sino en manera continua, de modo de darles una cierta estabilidad en el bien. Esto supone…. Una asistencia activa, generosa, sacrificada. (35)
“no te canses de vigilar, de observar, de comprender, de socorrer, de tener una compasión” (36)
Una presencia amable, con particular estilo de bondad, de cordialidad, de inmediatez, alegre, amistosa, paterna; una convivencia espontánea y total, condividiendo gustos, inclinaciones, y tendencias, en los juegos, la oración, la fatiga, el estudio, el deber, el tiempo libre, las relaciones sociales, etc.
“pasa con los muchachos todo el tiempo posible”. (37)
Debe entenderse la asistencia como la convivencia de quien ama con aquellos que ama, para sostenerlos siempre en todo con el único fin de ayudar a que su libertad, todavía frágil, madure en opciones, que los lleven a ser “creaturas nuevas”.
“el asistente salesiano, consciente de la confianza que Dios tiene en cada uno, es capaz de una espera activa, a veces dolorosa, que exige abnegación, humildad, paciencia y respeto a los tiempos de Dios”. (38)
“asistir es imponerse de buen grado el martirio de una presencia continua agrade o desagrade, añadiéndose una mortificación crucificante para el amor propio , el anonimato de la vida del educador salesiano”. (39)
La asistencia, para Don Bosco, es fruto del amor, que hace participar vitalmente en el mundo de los jóvenes y tener un interés personal por cada uno, conociendo realísticamente las posibilidades y limitaciones de la persona en desarrollo.
El verdadero éxito educativo se obtendrá mediante una continua y paterna convivencia; es una necia utopía de querer prescindir de la asistencia en la educación.
“¡Vigilancia y paciencia!... no olvidéis que los niños, cuando faltan, faltan más por vivacidad que por malicia; más por no ser asistidos que por picardía Es necesario cuidarlos solícitamente sin aires de vigilancia, tomar parte de sus juegos, tolerar sus alborotos y molestias, porque el Divino Salvador dijo en iguales circunstancias: “Dejen que los niños vengan a mí”. (40)
“la verdadera asistencia no pesa sobre el muchacho, sino sobre nosotros, porque nos cansa. Una presencia del educador que es sentida por el muchacho como un peso, como un peso fiscalizante y opresivo, ya no es un elemento educativo”. (41)
Las nuevas necesidades de los jóvenes en el contexto actual comprometen al educador a:
- Salir al encuentro del joven;
- Fomentar relaciones de empatía con el mismo;
- Llevar a la interiorización de valores;
- Fomentar el grupo y el compromiso con el mismo;
- Educar a la responsabilidad en la vida diaria;
- Optar por nuevas formas de “presencia”;
- Tener en cuenta los nuevos agentes de educación y socialización. (42)




Algunas normas concretas de asistencia



- Si quieres ser amado, sé amable.
- Hacer de modo que todos los que se acercan se conviertan en amigos.
- Actitud confiada, no sospechosa.
- Lealtad. La asistencia debe ser franca y clara; que el niño sepa que asistimos. ¡Ay de aquellos que quieren observar sin mostrarse! La asistencia no debe ser autoritaria ni desconfiada y por lo mismo no irritante, no inoportuna, sino diligente, dulce, franca…
Los niños deben estar persuadidos de que en nada se desconfía de ellos, pero también deben estarlo de que nada se les escapa. (Fierro Torres)
- “Al mandar, úsense expresiones como esta: “podrías hacerme el favor, quieres hacerme algo grato, estarías dispuesto a hacerme un favor…” No se use nunca el tono de mando, no se diga nunca “quiero”; y no se manden cosas superiores a las fuerzas del individuo…” (43)
- Palabras ponderadas:
· Pocas palabras y muchos hechos. Quien más habla, más se desautoriza.
· Nunca grites: penetra más un calmo razonamiento con una voz normal
· No uses la sátira, la ironía, las frases mordaces.
- Preocúpate de hacer bien y con plenitud lo que haces. (Quien mucho abarca poco aprieta).
- Absoluta imparcialidad. No preferencias ni enemistades. Ecuanimidad con todos.
- Noble finura: porte, trato, presentación, etc. De bien educados. (nunca manos encima, sobrenombres hirientes, palabras groseras, etc.)
- Carácter constante, superando las variaciones de humor. Guíate siempre por la razón y no por la pasión.
- Firme decisión. Seguridad en lo que mandas y mantén una orden justa. No muestres indecisión porque los jóvenes te creerán débil. Sano criterio. (No castigues cualquier mínima falta, sobre todo si es involuntaria). Piensa bien lo que pides o mandas. Mantén tus promesas.
- Impecable puntualidad.
- Ojo avizor. Observa a todos, no sólo a algunos; pero tu mirada vaya preferentemente a los díscolos. Observa delicadamente todo y a todos. (Don Bosco)
- Ver todo, disimular mucho, corregir poco.
- ¿Quieres que tus observaciones sean eficaces? Espera que tu ánimo y el del muchacho estén calmos. Dale modo de expresar libremente sus razones y establece con él un diálogo sereno.
- Trata de conocer pronto los nombres y la índole diversa de tus muchachos. Utiliza el refrán “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Darás buena impresión.
- Completo acuerdo con tus colegas (ej. Entre padre y madre.) Solidaridad y unidad con los compañeros de trabajo. No los critiques.
- No desacredites a los otros educadores, sea a tus predecesores, sea a tus contemporáneos, criticando su actuación. Más bien alábalos…
- Que los muchachos estén siempre ocupados.
- Ten cuidado particular de los mayores: háztelos amigos y serán tus colaboradores en la disciplina.
- No contraponer nunca voluntad a voluntad; sino vencer con amor las voluntades adversas.
- Un seguimiento consciente y constante tiene una fuerza moderadora, poderosa, formadora.
- Nunca hables de tus asistidos con tus colegas…
- Ten en cuenta el clima y la estación: con el frío (sin lluvia) los muchachos se vuelven más silenciosos, recogidos, volitivos, con el calor, en cambio, más disipados, charlatanes, superficiales; hacia fin de año, nerviosos, insufribles y a veces intratables.
- No dejar de amonestar, por respeto humano a quien debe amonestarse.
- No esperes el reconocimiento de nadie, si lo hay, mejor. Pero tú trabaja por amor a Dios y por el bien del muchacho.
- Admite que la paciencia es indispensable y también interminable. (paciencia tiene como raíz patior- soporto, sufro… Quien no sufre no educa). En la práctica, paciencia quiere decir: repetir el mismo aviso mil veces a los mismos individuos, sin nunca exasperarse, para recomenzar otras miles de veces con el mismo entusiasmo que la primera vez, con confianza a toda prueba y calma inalterada.
- Oración. Solo Dios puede mover ciertas voluntades… e influir en su libertad… somos Cristianos… Testimonio: orar por y con los jóvenes.
- No dejar la asistencia por celo por la preponderancia de otros.
- No dejarse robar el corazón por una criatura y por ello descuidar a los demás.
- Es un gran mal estarse quietos cuando se sabe de algún desorden (especialmente si moral) y no tratar de impedirlo. (Don Bosco)
- Frecuentemente piensa: ¿Qué dirán éstos de mí dentro de diez, veinte años? (Aunque desde ya los muchachos nos juzgan y evalúan y tienen antenas muy especiales para darse cuenta… aún de la vida privada).




2. Presencia animadora



Hoy se habla de que el educador, particularmente en la dinámica de grupo y en el asociacionismo juvenil, debe ser “animador”. En este concepto se quisieran ver reunidas las cualidades de quien es al mismo tiempo portador de un mensaje de valores y un auténtico miembro del grupo; que renuncia a cualquier forma de manipulación o de comunicación autoritaria, pero que no se limita a facilitar y alentar un crecimiento de las personas o del grupo desde adentro, desinteresándose de la comunicación de un contenido. Su cometido es interpelar al grupo, aceptando que al mismo tiempo el grupo lo interpele a él, estimular a los miembros del grupo a interpelarse unos a otros.
Don Bosco entiende la animación como contacto interpersonal de cercanía y entendimiento a nivel de intimidad, características de una familia.
La animación se presenta como traducción anual de la “asistencia salesiana”.




El educador asistente es un “animador”:



- Procede guiado por una antropología de fondo;
- Se propone como objetivo devolver a cada uno la alegría de vivir;
- Elige una metodología de tipo liberador positivo;
- Desarrolla un estilo de caminar junto con los jóvenes;
- Construye una estrategia educativa unitaria. (44)
El P. Juvenal Dho nos señala: “Las notas que caracterizan externamente el método de la asistencia, tal como es propuesto por Don Bosco, son:
- Es una presencia inteligente y guiada por una intención educativo y moral explícita;
- Es una presencia en la cual el educador conserva, con sencillez, pero con claridad, un papel bien definitivo.
- Es una presencia asidua y vigilante entre los jóvenes. (45)




3. Presencia auténtica



La autoridad no se impone, se merece. Viene a ser ese prestigio moral que rodea a una persona en virtud de la calidad de sus actuaciones, su vida ejemplar, su trayectoria ascendente hacia la plenitud humana.
Es de importancia vital que haya relación afectiva positiva entre el que manda y el que obedece. Se puede obedecer aceptando a alguien, y se puede obedecer rechazándolo interiormente. La autoridad moral no es precisamente un problema de contenido cuanto de relación moral o educativa.
Aún en el caso crítico de que el educando no comprenda el por qué de una orden, debe quedar en el fondo de su alma la convicción de que –por muy penosa que sea la situación presente- ese adulto lo ama y no hará nada contra él.
Ninguna expresión, manifestación, actitud externa, puede engañar a los jóvenes, sino compagina, sino está en sintonía con nuestros sentimientos y actitudes internas y profundas. No es mantener un papel o el abandono lo que cambiará la parcepción de los jóvenes, sino la autenticidad interior, la coherencia entre nuestro lenguaje, el mensaje que queremos comunicar y nuestra experiencia profunda.





"Nuestra presencia debe tener un lenguaje comportamental en tal forma que:



- sea transparente para los jóvenes el mensaje que queremos comunicarles;



- vean en nosotros disponibilidad, ayuda, aliento, estímulo;



- pero también, al mismo tiempo, respeto a sus personas y a sus decisiones, aprecio sincero y aceptación incondicional". (46)



El Educador debe tener "la franqueza" de una propuesta cristiana integral, proporcionada, naturalmente, a la diversidad de edad, de nivel cultural y espiritual, de capacidad de escucha y aceptación". (47)



Al aceptar y dar confianza al educando, el educador cristiano no expresa una opinión meramente personal, según la cual "por parte de él" el joven sería aceptable; realiza un ministerio muy significativo para el joven, comunicándole implícitamente, pero de modo comprensible, que él es aceptable y digno de confianza y amor, porque el Padre los ama y tiene confianza en él. (48)



"... Apertura, equilibrio, humildad, fe, disposición a la colaboración, competencia... se ve necesaria también una formación tecnicamente cuidada, que comprende las habilidades necesarias para un iluminado y ordenado trabajo educativo y en los grupos, para conocer los jóvenes en dificultad y problemas, para las correspondientes intervenciones educativas y de reeducación". (49)




"para gobernar bien se necesita gran influencia sobre losniños y para tenerla es necesario:



- que el educador sea estimado como santo;


- que sea tenido por sabio, especialmente en aquellas cosas que interesan a losmuchachos; si le preguntan algo que no sabe, diga al niño: "no tengo tiempo ahora, te lo diré mañana" y tenga paciencia e instrúyase sobre aquel punto para que pueda responder con competencia.


- que los muchachos se den cuenta que son amados". (50)






Se le pide al Educador:





- que sea una personalidad que capacite el crecimiento de fe en sí mismo y en los demás;


- que tenga capacidad para dar respuestas persuasivas a los problemas juveniles y de ofrecer apoyo moral, escucha, comprensión;


- que dé testimonio de su estado de vida;


- que sea hombre libre; sin conflictos interiores;


- que tenga actitud de servicio, unida a tamplanza, sacrificio, espíritu de trabajo;


- que tenga una bondad y una humildad excepcionales: simpre calmo, comprensivo, cortés.









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* Texto tomado del Libro "El Sistema Educativo de San Juan Bosco" de FranciscoTessarolo, sdb . Edic. Didascalia - 1996



(33) Const. 2.



(34) Pedro Ricaldone, Don Bosco Educador I, p. 240.



(35) Eugenio Valentini, L´assistenza salesiana, SEI, Turín, 1960, p 5.



(36) Don Bosco, M.B. X, 1022.



(37) Don Bosco, M.B. X, 1043.



(38) XVI Cap. Gral. de las H.M.A., Acats 1975, p.82.



(39) Bouquier.



(40) Don Bosco, M.B. IV, 533.



(41) Luis Corallo.



(42) PJ. Comunidad educativa en formación. 3- Nuestra propuesta educativa. Roma, 1986. p.64.



(43) Don Bosco, M.B. 389 (muchas de las otras normas están entresacadas de dichos de Don Bosco).



(44) PJ. oc., P.64.



(45) Juvenal Dho, La asistencia como "presencia" y relación personal. EDB, Argentina, 1974, p.21



(46) Idem, p. 16-17.



(47) CG21, 101.



(48) T Orden.



(49) AA.VV., oc., p. 305-306.



(50) Teresio Bosco, El Sistema Preventivo de Don Bosco. EDB, México, 1982, p. 41













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